martes, 20 de enero de 2009

LUIS HERNANDEZ CAMARERO


"LA MISTERIOSA MELODIA"
Un libro, que trae como plus uno de sus legendarios cuadernos caligráficos, cuenta la verdadera y fascinante historia de Luis Hernández Camarero, el poeta-ícono de los 60 en el Perú.
Desde su suicidio ocurrido el 3 de octubre de 1977, Luis Hernández Camarero se convirtió en un mito en la literatura peruana.
A este hecho trágico se sumó después su condición de poeta inédito.
Fuera de tres breves libros publicados en ediciones de reducido tiraje, su obra circuló por años de mano en mano en cuadernos escritos y pintados con plumones de colores que el poeta había regalado a amigos y desconocidos.
Se trataba en pocas palabras del poeta inédito más leído del Perú,Su poesía fresca, simple y profunda ganó cada vez más adeptos con el paso del tiempo.
En la misma proporción creció la leyenda sobre su vida.
Su biografía era un amasijo de mentiras, exageraciones y caricaturas: que a Hernández lo mató la dictadura argentina, que Hernández estaba loco, que Hernández era gay, que Hernández no tenía conciencia de la poesía, que Hernández nunca quiso publicar en vida y otras situaciones parecidas.
La publicación en 1978 de Vox horrísona fue un verdadero acontecimiento cultural. Sus lectores tenían por fin entre manos casi toda su poesía y algunas reproducciones facsimilares de sus famosos cuadernos de colegial. Del mismo calibre editorial es sin duda La armonía de H. Vida y poesía de Luis Hernández Camarero (Jaime Campodónico Editor, 2008) de Rafael Romero Tassara, una biografía cuyo objetivo es acabar con tanto misterio y rescatar al poeta auténtico, al que nació, creció y se desarrollo en la avenida 6 de agosto del distrito limeño de Jesús María.El libro cuenta muchas anécdotas del autor de Vox horrísona y revela, por ejemplo, que el 29 de diciembre de 1965 estuvo presente en el Salón Consistorial de la Municipalidad de Trujillo para recibir el segundo premio del concurso El poeta joven del Perú, ese que ganaron Wiston Orrillo y Manuel Ibáñez Rossaza. El libro que presentó al certamen fue Las constelaciones.En aquel entonces Hernández recibió un premio de cinco mil soles. A la ceremonia asistieron, según el biógrafo, José Watanabe y Juan Ojeda (también extraordinarios poetas). Las constelaciones fue mecanografiado por César Calvo y pulido por el propio Hernández, quien lo envío a Trujillo sin ninguna expectativa: “La verdad, lo estoy enviando a ver qué ocurre. Nunca me ha gustado mucho este tipo de concursos, pero probemos. Si gana, bien, y sino también. Ya se verá”, le dijo a sus familiares. A raíz del segundo puesto obtenido por Hernández, las malas conciencias crearon la fábula de que este había decidido no publicar más debido a que no le habían dado el primer premio. La biografía echa por tierra esta afirmación.Otro de los descubrimientos del libro es la verdadera causa de su enfermedad. En realidad, Luis Hernández padecía de una “úlcera duodenal” que le provocaba un dolor agudo que se proyectaba en la espalda (recuérdese el célebre verso: “Soy Luisito Hernández y voy herido por la espalda”). Para aliviar este sufrimiento físico, el poeta se automedicó erróneamente Sosegón, un opiáceo que se usa como anastesia. Los dolores, sin embargo, no cedían, por lo que el poeta empezó a consumir sustancias sicotrópicas que lo convirtieron en un adicto, tanto que su familia decidió enviarlo a la clínica Badaracco de Buenos Aires para que pudiera curarse.La biografía hace también un seguimiento minucioso de la estadía de Hernández en Buenos Aires. Con fuentes y testimonios de primera mano, el biógrafo desmiente la afirmación de que lo mataron los militares argentinos. Ese día, dice Romero Tassara citando archivos de una ONG, no hubo operativos de las fuerzas armadas y por lo tanto fue imposible que él cayera en manos de los comandos represores. Lo cierto es que Luis Hernández Camarero se arrojó a las ruedas de un tren de cercanías en la localidad de Santos Lugares, a 50 kilómetros de Buenos Aires. ¿Por qué lo hizo? ¿Qué lo impulsó a tomar esta determinación? Probablemente nunca lo sepamos. En todo caso, su poesía es la única respuesta que tenemos a manoRafael Romero Tasarra ha realizado una exhaustiva investigación para escribir esta rica biografía. Ha hurgado en archivos, ha rescatado fotos nunca publicadas, ha entrevistado una treintena de personas que conocieron directamente al poeta y ha releído todo el material inédito dejado por Hernández a su familia, a amigos y a compañeros accidentales. El resultado es una historia amena y reveladora. En lo único en lo que estoy en desacuerdo es en el relato en primera persona que realiza el autor sobre su aproximación a la vida y obra del poeta. Si se hubiera limitado a la crónica y hubiera salpicado esta de pasajes interpretativos y de opinión, los resultados hubieran sido impecables. En fin. El libro, pese a estos reparos, es capaz de defenderse solo. Los lectores de Hernández le agradecemos a su biógrafo haberlo escrito. De todo corazón.

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